Yoseli Castillo
Este nuevo refrán, como muchos otros, es parte de la cultura popular hispana (digo hispana, y no latina, porque la mayoría de los refranes se transmiten oralmente, de generación en generación, a través del idioma, y por esta razón, se conocen en casi todos los países de habla hispana).
Esta frase la hizo popular el «Divo de Juárez», Juan Gabriel, y como «De eso no se habla, calladita te ves más bonita». «En boca cerrada no entran moscas», ensalza el silencio represivo. No es el silencio de poder o de sabiduría; es el que condena a la invisibilidad de los marginados y promueve la tradición de esconder las acciones de los más poderosos en nuestra sociedad, ya sea a nivel familiar, social, político o económico.
Juanga dijo esto cuando se le preguntó en una entrevista si era gay. Él siguió la heteronormativa y discriminatoria costumbre de no discutir su homosexualidad, y la dejó a puertas cerradas, o como ahora decimos, «en el armario». Él, como la mayoría de la sociedad patriarcal latina y estadounidense, no había adoptado la noción feminista de que lo personal es político; no ha internalizado la necesidad de ser reconocido como tal, o quizás, como pasa generalmente, no quiere perder el poder o estatus que tiene.
Cuando necesitamos que se nos reconozca, que se nos valide como personas, como miembros de la familia, de la comunidad o de la sociedad en general, eso es activismo, y lamentablemente, las personas con más visibilidad y poder no son activistas, y sus vidas personales, y especialmente su sexualidad disidente, la mantienen en secreto. Estamos a años luz de que una persona abiertamente gay sea vista y valorada como cualquier otro miembro de la familia o de la sociedad en general. Pasa menos en la diáspora, pero pasa igual. Tengo familiares cercanos que son bisexuales y lesbianas, viven con sus parejas, pero no se reconocen como tal. Viven en una fantasía heterosexual de amistad y compañerismo.
La costumbre en nuestra comunidad latina de no «sacar los trapos al sol» no se da solo en relación a la sexualidad, sino también con otros aspectos personales, familiares y sociales. Su función es proteger al culpable de una indiscreción o delito, para que éste no pierda poder.
A las mujeres generalmente no se les juzga de la misma manera. A las mujeres se les exige una vida personal intachable si tienen algún poder político o social. Ahora, con el movimiento Me Too y la cultura de cancelación (cancel culture), se están sacando los trapos al sol y se está exigiendo responsabilidad públicamente. Es necesario que un buen presidente sea una buena persona, que un buen artista sea un buen ciudadano; si no lo es, no se le puede excusar tan solo por su buen trabajo, sino que tendría que, como todo ciudadano común, asumir las consecuencias de sus acciones.
El silencio que promueven estos refranes es también para asentar la represión de comportamientos considerados tabúes o identidades que no son permitidas dentro de la sociedad. Si se hablan, se discuten, se exploran, están a la luz del día, entonces podrían ser incorporados y aceptados, cambiando así la sociedad. Eso ni hay que discutirlo en cuanto a cómo es vista la homosexualidad en la mayoría de las sociedades cristianas o con una fundación religiosa.
En nuestras comunidades latinas, la represión está normalizada y abarca casi todos los referentes sociales y culturales. En cuestión de identidad racial y étnica, por ejemplo, el silencio es evidente. Porque se nos enseña que solo tenemos una identidad nacional, étnica y social a partir del encuentro de Europa con Abya Yala, la relevancia y el aporte de otras culturas no grecolatinas no van más allá de un toque folclórico en toda América.
Si verdaderamente se reconocen, se valoran y se promueven las culturas indígenas y afrodescendientes, por ejemplo, incorporaríamos dichos valores en nuestra sociedad, y, por ende, cambiaría, paso que las élites colonizadoras de todo el continente no permiten. Si habláramos de ser negros y nos reconociéramos como tal, exigiríamos como tal. Los que lo somos y/o nos reconocemos negros somos pocos, somos marginados socialmente y tenemos poco poder económico y político. Los negros con algo de poder no se consideran negros, o no tienen el compromiso social o las posibilidades de cambiar la dinámica de poder.
La herencia castiza de la época colonial perdura porque los afrodescendientes e indígenas, no son negros ni nativos, son blancos en camino, más cerca de la blancura con cada mezcla étnica; la herencia perdura por la indoctrinación educativa y por la estructura misma de nuestra sociedad. El poder es blanco, la pobreza es negra o indígena.
¿Quién quiere ser pobre? Esa respuesta se sabe. Lo que pasa es que la pregunta apropiada es otra.
Yoseli Castillo Fuertes, born in the Dominican Republic in 1972, migrated to the United States at 16 years old. She holds a BA in Psychology and an MA in Spanish Literature. She is a bilingual-afro Dominican-Latina-lesbian-poet-activist-teacher-aunt-mom. A Cave Canem alumnus, her poems and short stories have appeared in various anthologies in New York, Madrid, Argentina, and Santo Domingo.
Her online work can be found in publications by Dominican Writers Association, Hispanecdotes, Project Zu, Academia Canaria de la Lengua Revista Literaria, and The Voices Project, amongst others. Her first poetry book, De eso sí se habla/Of That, I Speak (2012), is sold out and out of print. She is editing Pájaros, lesbianas y cuirs, ¡a volar! a Dominican LGBTQ anthology soon to be published Dominican Writers Association.
For more information you can contact her cyoseli@yahoo.com,
Yoseli Castillo
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